La Chola

Mi viejo tenía como rutina visitar a su hermana los domingos. Cada vez que volvía, y mi vieja preguntaba: -¿cómo está la Chola?; mi viejo agachaba la mirada con tristeza y solemne movía la cabeza a los lados: -mal, muy enferma. Y no decía más.
La vieja Chola vivió unos veinticinco años más que el hermano. Nunca más, después que murió él, la aquejó ninguna de sus nanas…

“Moraleja”: no sea ni la tía Chola, ni mi viejo. No le achaque a nadie tus pesares (ficticios o reales) ni se deje avinagrar los domingos y días sucesivos por nadie. No manipule ni se deje manipular. La peor perversión es ser tóxico. No sea mediocre.
“Vivir solo cuesta vida”
(dnt, 18)

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