Letras viejas III (2002)
Tres sopapos, al menos hasta que perdió la cuenta, hasta que se encontró hundido en el remolino. Tres cachetadas. Fuera de sí, creyó ver: una vieja, dos mamarrachos de traje y corbata, un mendigo, una pareja de nuevos hippies, sin paz. Algún paraguas, varios teléfonos celulares y hasta un perro que harto de su dueño empezó a ladrar. Él mismo, recordaba haber tirado algunas trompadas, afilar su lengua y lastimar cada vez que pudo. Dentro de la pelea, atraído por ella, gambeteándola si suerte. Con la suficiente cantidad de heridas creyó retirarse, o ser despedido de la rabia que mantenía en movimiento el torbellino. Cuando abrió la puerta la noche cubría cómplice la huida, frente al espejo estudió los magullones, frente al espejo se convido un vaso de tinto berreta. Se acostó entre sabanas sudadas, mugrientas, lejos de la asepsia que su estado reclamaba. La luz del televisor fue la amante que acarició sus llagas primero, y qu