Letras viejas III (2002)

Tres sopapos,
al menos hasta que perdió la cuenta,
hasta que se encontró
hundido en el remolino.
Tres cachetadas.
Fuera de sí, creyó ver: una vieja,
dos mamarrachos de traje y corbata,
un mendigo, una pareja de nuevos hippies, sin paz.
Algún paraguas, varios teléfonos celulares y hasta un perro que harto
de su dueño empezó a ladrar. 
Él mismo,
recordaba haber
tirado algunas trompadas,
afilar su lengua y lastimar cada vez que pudo.
Dentro de la pelea,
atraído por ella,
gambeteándola si suerte.
Con la suficiente cantidad de heridas
creyó retirarse, o ser despedido
de la rabia que mantenía
en movimiento el torbellino.
Cuando abrió la puerta
 la noche cubría cómplice la huida,
frente al espejo estudió los magullones,
frente al espejo se convido un vaso de tinto berreta. 
Se acostó entre sabanas sudadas, mugrientas,
lejos de la asepsia que su estado reclamaba.
La luz del televisor fue
la amante que acarició sus llagas primero,
y quien lo arrullo con bondad abúlicamente infinita
Para cuando entreabrió los ojos clareaba el cielo,
la ducha a la cubana lo rescató
de la telaraña que, tramposo,
el sueño tejió en poco tiempo
Ya fuera de la pieza,
respiro fanfarrón.
el aire le trajo el dulce olor de los yuyos húmedos
y el aroma de los jardines vecinos
vio y sintió que,
las en poco tiempo futuras y eternas cicatrices ya no sangraban,
primero tímidamente, caminó  las veredas desparejas, suburbanas
respiro nuevamente,
sonrió.
Ya con paso firme, seguro
parió una carcajada que contrasto con el silencio que lo rodeaba.
Era otro día.
dg

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